¿Qué novedades aporta la reforma de la Ley de Propiedad Intelectual, a partir de ahora conocida como "Ley de la Sopa Boba"? Realmente, muchas. La primera y más importante es la constatación de un divorcio entre la clase política y la ciudadanía. Al aprobar el texto de la reforma por unanimidad, la clase política ha renunciado a defender los intereses de sus votantes, y ha decidido defender los de una serie de "artistas" que, dotados de una impresionante capacidad para el lobby y la influencia, han sido capaces de determinar la composición de una comisión en la que los usuarios brillaban prácticamente por su ausencia, mientras que esos "artistas" y sus afines, las industrias discográficas y las entidades gestoras de derechos, dominaban de manera evidente. Si alguien alguna vez creyó que votaba a los políticos para que defendiesen sus intereses, que se olvide de tamaña ingenuidad: los políticos están para defender los intereses de otros, de los pocos que en este país afirman "vivir del arte", frase que a partir de ahora habrá que sustituir por "vivir del cuento".
Cada vez que tenga usted delante a uno de esos "artistas de la subvención", intente visualizar todo el dinero que le habrá estado sustrayendo de su bolsillo cada vez que compraba determinados artículos, escuche o no su música, vea o no sus películas, y mírelo con el desprecio que se merece. El desprecio que merece alguien que, incapaz de vivir de vender productos a un mercado como hace la gente decente, se ha montado un chanchullo semejante a base de engañar a políticos ignorantes. Políticos que, además, se irán a la cama creyendo haber apoyado al arte. Dentro de un año echaremos cuentas de cuanto dinero ha supuesto el canon, de en qué manos ha terminado, y de cuánto se ha apoyado realmente al arte. ¿Dónde está realmente el "arte" de esos "artistas"? En haber sido capaces de convencer a unos políticos inútiles y mal documentados para que a partir de ahora les permitan vivir de la sopa boba.
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