Bien, ya tenemos al artista (el grupo de cinco amigos que hacen música), tenemos la obra (12 temas que han compuesto más o menos entre todos), tenemos también la compañía discográfica que ha ofrecido el contrato leonino y... falta todavía un detalle: el famoso contrato editorial.
El grupo dice: ¿ein?
Y la compañía discográfica explica lo que es un contrato editorial:
La industria de la música es un entramado muy complejo y necesitamos motivar determinados elementos de la escala de valor para conseguir ciertos favores...
El grupo dice de nuevo: ¿ein?
Y el AR (director artístico de la empresa) carraspea y explica que el grupo, si quiere grabar, tiene que, además, firmar otro contrato mediante el cual ceden no solo la interpretación de su propia música fijada en el soporte sino que además ceden el 50% de los derechos de autor que genere esa música durante 75 años después de la muerte de ellos.
Llegados a este punto, el batería del grupo, al que todos tienen por “chunda chunda” pero que al final resulta que es el más espabilado de todos, dice que tiene tres preguntas:
- ¿Quiere decir que si firmamos contrato editorial cada vez que nosotros toquemos un tema nuestro en directo ustedes ganarán el 50% de los derechos de autor, aunque el disco esté ya descatalogado?
- ¿Y quiere decir también que nosotros perdemos toda potestad sobre nuestra obra siendo ustedes, desde el momento de la firma, los que deciden si la música del grupo se puede mutilar, versionar a reggaeton o ponerla del revés?
- ¿Podría darse el caso que ustedes no nos dieran permiso para tocar nuestra música?
Entonces el AR mira amablemente al entrañable “batera” del grupo y decide, en su fuero interno, que a este chaval hay que echarlo del grupo como sea porque es el “conflictivo”. Esto lo piensa mientras le contesta que efectivamente es así pero que tiene una razón de ser (¡huy!, “razón de ser” otra antonomasia que me ha salido sin querer).
Para que el disco suene en medios de comunicación tenemos que llegar a acuerdos y lo que se hace en estos casos es dar un porcentaje de los derechos de autor a determinados medios para que los singles puedan entrar en listas y así la canción podrá ser un éxito. Por eso pedimos nosotros un contrato editorial que nos permitirá negociar en el futuro con las editoriales de las radios y las televisiones determinados porcentajes o proceder a pagos mediante viajes, fiestas, contratando publicidad, regalos o cheques regalo si llega a hacer falta...
Sensacional artículo de Enrique Mateu en su blog. No te pierdas su lectura completa.
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